Por Manuel Ajenjo Hoy (lunes) salió a la venta el esperado libro El Rey del Ca$h, escrito por la periodista Elena Chávez, quien fuera pareja sentimental, durante 18 años, de César Yáñez, exvocero de Andrés Manuel López Obrador y persona muy cercana a él.
Mentiría si dijera que ya lo leí completo. Apenas leí, antes escribir este texto, el prólogo, escrito por la periodista Anabel Hernández; el primer capítulo que se titula como la publicación y el segundo que tiene como encabezado: César, el hermano. En el que la autora narra lo difícil que era la convivencia con un hombre —César Yáñez— “cuyo dios tenía el rostro de Andrés Manuel López Obrador”. Escrito en primera persona Elena Chávez cuenta de cuando su pareja padeció cáncer de garganta y López Obrador, entonces jefe de gobierno de la capital (2005), se enteró, le ofreció a pagar la cuenta de la operación y las radioterapias posteriores que le hicieron en Médica Sur. “César no sólo es mi colaborador, sino mi hermano” —le dijo el hoy presidente. En el mismo capítulo la autora cuenta que el 30 de julio del 2005, el tabasqueño rindió su último informe de gobierno en el Distrito Federal, ese día, le pidió a su amigo-hermano César que subiera al estrado donde le dio un largo abrazo para animarlo a superar el cáncer. Cosa que logró.
En el capítulo referente a su expareja, la periodista Chávez recuerda que tras el triunfo en la elección presidencial del 2018, César Yáñez fue condenado al ostracismo político por su amigo-hermano, luego de contraer nupcias con la “socialite” poblana Dulce María Silva. Fue una boda fastuosa que iba en contra el discurso del líder de “vivir con humildad, sin escándalos, sin lujos y con un par de zapatos”. (Un paréntesis para informar que en la actualidad, una vez perdonado, Yáñez es subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación. También aprovecho para señalar que la señora Dulce María Silva, según relata la autora en el primer capítulo del libro, salió de la cárcel gracias al tráfico de influencias del exgobernador de Puebla, Manuel Bartlett. Había sido acusada por “el delito de despojo en perjuicio de un grupo de personas de la tercera edad en la zona más rica de Puebla: Angelópolis”). Iniciada la primera campaña presidencial de López Obrador, se pensó en la necesidad de tener una figura popular que le diera fuerza mediática a la candidatura. Así surgió el nombre de Javier el Vasco Aguirre, quien fuera director técnico del seleccionado nacional en el Mundial Corea-Japón del 2002 sin pena ni gloria, pero que tenía la simpatía de los mexicanos por ser el primer entrenador nacional en dirigir en España —en aquel entonces al Osasuna—. Además de manifestar una ideología progresista. El enviado a comunicarse con él fue César Yáñez, con todos los gastos pagados con dinero público, se trasladó a España para recibir por parte de Aguirre, un rotundo “no”. “El enojo de Andrés duró varios días —transcribo a Elena Chávez—. No se explicaba como un ‘simple director técnico’ podía decirle ‘no’ al gran mártir de la política nacional”. El capítulo concluye así: “A pesar de todo, en aquel tiempo López Obrador era muy distinto al que vemos hoy todos los días, agrediendo, denostando e insultando a quienes no piensan como él. Era un hombre difícil de carácter, sí, pero con una gran virtud: una labia que, incluso a mí, me convenció que era el líder que México necesitaba. Sin duda me equivoqué, como muchos”. Punto final. No paraban de gritarme: ¡daltónico! Me puse rojo como una lechuga.
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