Manuel Ajenjo
Hoy en nuestro país comienza la intercampaña, cualquier cosa que esto sea dentro del enmarañado proceso electoral. Entiendo que durante esta etapa las y los aspirantes a un puesto de elección deben seguir simulando, como lo han hecho hasta ahora, que no están haciendo labor de proselitismo, sino dándose a conocer con la ciudadanía. Y sí, están dándose… pero dándose hasta con la cubeta.
Mientras sabemos, bien a bien, lo que legalmente puede hacerse y lo que se va a disimular en la intercampaña, esta columna rinde un homenaje a un ser humano entrañable para la humanidad.
El pasado lunes en Estados Unidos fue uno de los 13 días que son oficialmente considerados festivos en el año: El día de Martin Luther King Jr., figura destacada en la lucha por los derechos raciales, económicos y sociales de los afroamericanos en el país vecino del sur y que amplió su combate por los derechos humanos en cualquier parte del planeta.
Según diversas fuentes consultadas, nuestro personaje se distinguió por exigir que el American Dream (el sueño americano) ya no fuese la pesadilla de los negros y que, por fin se realizase el ideal estadounidense prometido por los fundadores de la nación.
Su ideología social y política es posible resumirla en su visión sobre el capitalismo: “No me opongo tanto al capitalismo como para no ver sus relativas ventajas. Su objetivo inicial fue oponerse a los monopolios comerciales controlados por los nobles. Pero como en la mayoría de los sistemas humanos, fue víctima de lo mismo contra lo que luchaba. De esta manera, el capitalismo se ha convertido en el sistema que toma lo que necesita del pueblo para ofrecer lujo a las clases acomodadas”.
Hijo y nieto de pastores de la iglesia de Ebenezer en Atlanta, Luther King también lo fue de la iglesia baptista en Montgomery, Alabama, donde sus sermones, más que religiosos fueron políticos y filosóficos.
Fue en Montgomery donde se dio el caso del encarcelamiento de Rosa Parks por no cederle el asiento a un blanco en el bus. Martin emprendió la lucha jurídica para liberar a la insumisa y al mismo tiempo organizó un combate económico convocando a un complot para asfixiar a la administración de los autobuses. Primer combate, primera victoria, cuyas enseñanzas aplicó en las luchas futuras sobretodo las libradas en Birmingham, capital del racismo y de la segregación. “Bombingham” llegaron a decirle por las bombas arrojadas por el Ku Klux Klan.
El 28 de agosto de 1963, se llevó a cabo la famosa marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad, que reunió a 250,000 personas de todas las razas frente al Capitolio, a los pies de la estatua de Abraham Lincoln. La fecha no se eligió al azar. Era el año del centenario en pro de la abolición de la esclavitud. En esa ocasión Martin Luther King pronunció su célebre discurso “I have a dream” (Tuve un sueño).
Fueron 13 años de lucha por la reivindicación de los derechos de los afroamericanos y de los pobres del mundo. En ese lapso, Luther King sufrió violencia física y verbal, detenciones y ataques. Combatió de manera pacífica por la igualdad, contra la pobreza y se opuso a la guerra de Vietnam. El 14 de octubre de 1964 se convirtió en el galardonado más joven con el Premio Nobel de la Paz.
El 4 de abril de 1968 fue asesinado por un segregacionista blanco, James Earl Ray —se especuló que sólo era un peón—, en el Lorraine Motel en Memphis, Tennessee. Ese día hubo una oleada de motines raciales en 60 ciudades de Estados Unidos. 300,000 personas asistieron a su sepelio.
Fue el presidente Reagan —quien lo dijera— el que estableció en 1983 la celebración, el tercer lunes de enero, del día de Martin Luther King, que esta vez cayó justo en el día de su cumpleaños 15 de enero.
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