Manuel Ajenjo
El próximo domingo se llevará a cabo el segundo debate entre los tres aspirantes a la Presidencia de la República. Aunque para efectos propagandísticos la coalición Corazón y Fuerza por México –el Frankenstein ideológico— que dice apoyar a Xóchitl, haya pregonado que su candidata ganó el primer debate; lo cierto, y la senadora Gálvez lo sabe bien, no fue así. Después de la primera confrontación de ideas, ataques y mentiras, la hidalguense se ha estancado. Su persona ya no causa tanto entusiasmo. Es como una bailarina que siempre hace los mismos pasos; un mago que hasta los niños saben que va a sacar una paloma; un comediante que ya agotó su repertorio de chistes.
La guerra sucia recomendada por Jorge G. Castañeda y ejecutada por el frustrado baterista de Timbiriche, Max Cortázar, no ha dado resultado.
Xóchitl, contra lo que manda el manual del político mexicano de no manifestar su estado de ánimo aunque no le quepa un alfiler en el nudo del globo, esta semana se ha dedicado a decir en voz alta su sentir respecto a las opiniones contradictorias de sus asesores que lo único que han logrado, hasta ahora, según ella, es desconcertarla.
A 38 días de la elección, la candidata que se avergüenza de las desprestigiadas marcas —PRI-PAN y lo que queda del PRD— bajo las cuales está registrada ante el Instituto Nacional Electoral (INE) pero que a la menor oportunidad se autodesigna “candidata ciudadana”, anunció urbi et orbi: “Voy a ser yo y si me quieren como soy, adelante. Voy a mandar al carajo muchas cosas que no estoy dispuesta a aceptar”. Muy sincera. Muy franca. Pero qué poco política.
El descrédito de los partidos que forman la coalición no es nuevo, ya viene de años atrás, ¿entonces por qué aceptó postularse a tan alto cargo bajo tan infames siglas? Además, ella fue alcaldesa de Miguel Hidalgo por el PAN, mismo partido que impulsó su llegada al Senado de la República?
Lo que sucede es que, contra la costumbre, ella no manda en la coalición del Frankenstein gandaya. ¿Cuántas candidaturas a senadores, diputados, alcaldes y gobernadores ha impuesto Xóchitl? La inmovilizaron los tres cochinitos: Alito, Markito y Chuchito.
Muy distinto hubiera sido poner sus condiciones en septiembre del año pasado cuando la oposición en pleno creyó tener, ¡al fin!, en la senadora Gálvez el faro de luz, la panacea política para llegar a la Presidencia de la República. Ahí hubiera podido negociar. Ese era el momento para que la señora X le dijera al señor X, “nada más que yo con el PRI no voy ni a bañarme porque hasta el jabón se pierde; deseo una persona de mi confianza en el PAN; y que el PRD se conforme con que pongamos sus siglas y logotipo en la coalición. Eso sí, quiero a Santiago cerca de mi, es pendejo pero usa bonitas corbatas”.
Los ciudadanos fuimos testigos, está grabado en YouTube, de la vez que a Xóchitl la traicionó el subconsciente y dijo públicamente: “Hay muy malos priistas que yo no trabajaría (con ellos) como Bartlett o como Alito o como ahora el exgobernador de Hidalgo Fayad… Instantes después le pasaron un papelito, se puso sus anteojos y se puso seria. Se quedó pensativa y volvió a tomar el micrófono: “Aquí también quiero aclarar porque ha habido “malos entendidos”. Créanme que yo tengo un enorme respeto por el presidente del PRI, estoy contenta de ir con el PRI, con Alejandro Moreno”.
La relación PRI-Xóchitl me recuerda al árabe que le vendió a un paisano un camello domesticado que hacía muchas gracias: daba la mano y bailaba la danza de los siete velos. Cuando se vuelven a encontrar el comprador le reclama al vendedor: óyeme el camello no hace ninguna gracia. Es un fraude. El vendedor le aconseja: No hables mal del camello porque nadie te lo va a querer comprar.
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