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“Resulta de un cinismo inconcebible —expresó en la tribuna el senador panista Mario Humberto Vázquez— que digan que el senador Yunes es un ejemplo de suma generosa a la causa de ustedes (los morenistas) cuando todo mundo sabe perfectamente que le han eliminado las órdenes de aprehensión que tenía previamente a que ustedes lo cooptaran y lo amenazaran y él concediera y cediera y las diera”. Aquí no sabemos si el senador Vázquez al decir “las diera” se refería a las gracias, a las órdenes de aprehensión o a las nalgas.
Quiero pensar que se refería a éstas últimas ya que su dicho provocó que el senador veracruzano Miguel Ángel Yunes —campeón nacional de los pesos cobrados— se acercara a la esquina panista acompañado de su manager, Adán Augusto López, y de algunos seconds del establo morenista, para dar inicio a una pelea. Por más que el réferi Fernández Noroña, les llamara la atención, los rijosos no rompían el clinch. Como el pleno se encontraba en votación de las leyes secundarias de la reforma al poder judicial, el réferi tuvo que sonar la campana para señalar un receso.
Jorge Soni Alarcón, Antonio Andere o Carlos el Zar Aguilar, hubieran narrado mejor que yo lo ocurrido en el sagrado recinto de la patria convertido en cuadrilátero para practicar el deporte que el Marqués de Queensberry reglamentó. Pero el conato de boxeo, sólo fue eso, un amago, pura llamarada de petate. Al parecer los senadores no llegaron propiamente a los golpes. Es decir fueron los clásicos bravucones que pelean de boca hasta matarse.
Ni un jab, ni un uppercurt, ni un gancho al hígado, según las crónicas sólo hubo un round de manotazos, empujones, jaloneos, amenazas, y palabras vulgares: “Donde te vea te voy a partir la madre, te espero allá fuera culero” —le advirtió Yunes a Vázquez. “Tu no te metas, hijo de la chingada” —conminó Adán Augusto, al vicecoordinador panista Enrique Vargas. Fue Manuel Velasco el senador reverde quien separó a sus pares, imponiendo una moción de cordura.
El que no hayan llegado a los golpes no exime a la Cámara Alta de llegar a un nivel de bajeza vergonzoso, indigno de aquellos que encendieron la mecha entre quienes se encontraba el coordinador del grupo parlamentario de Morena, Adán Augusto López Hernández.
Después de la cuenta de protección los remedos de púgiles se fueron a sus respectivas esquinas —léase bancadas—. El peleador coahuilense, Luis Fernando Maromero Salazar, que así como se cambio del panismo al morenismo intentó emigrar del pugilismo a la lucha libre al aplicar un intento de candado a su oponente Enrique Maywhater Vargas, justificó su conducta argumentando que la tentativa de ahorcamiento a su antagonista fue porque así se lo dictó su instinto (de peleador callejero) y porque tenía que defender a su coordinador y manager Adán Augusto.
El agredido senador panista Vázquez, desde su banquillo, se quitó el protector bucal, para hacer uso de la palabra y responsabilizó a Miguel Ángel Yunes y a Adán Augusto López de su seguridad y la de su familia. Además, manifestó que va a interponer una denuncia formal por lo sucedido contra su persona.
Independientemente de los partidos a los que representan, espectáculos como el del pasado jueves en el Senado de la República, son una falta de respeto para el recinto que los hospeda, para la población que los elige, y para ellos y sus familias.
Punto final
Si alguien se escandalizó porque escribí el sustantivo nalgas, les diré que nalga no es mala palabra, al contrario, en ocasiones, es buenísima. El diccionario de la RAE define: Nalga, cada una de las dos porciones carnosas y redondeadas que constituyen el trasero. Diminutivo: nalguitas; aumentativo; nalgotas; superlativo: nalgotototas. Nalgas es una palabra inocente. Peligrosa la palabra mano. ¿Cuándo se ha sabido que alguien asalte un banco con una pistola en las nalgas?
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