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Hacia un turismo más responsable

Durante los primeros cinco meses de 2022 el turismo internacional a nivel global experimentó un importante repunte, con casi 250 millones de llegadas registradas; en comparación con 2021 (77 millones de enero a mayo) significa que el sector recuperó casi la mitad (46 por ciento) del nivel observado en 2019.




El especialista en Turismo y Planeación por la Universidad de Waterloo, Canadá, precisa que, al igual que en otras partes del mundo, el turismo internacional en México –proporcionalmente menor al nacional– descendió por la pandemia, la cual obligó al cierre de las fronteras.


Sin embargo, para los vacacionistas de otras naciones fue relativamente fácil ingresar a nuestro país por la flexibilidad en la recepción de los visitantes, lo que significó que la etapa más difícil de la emergencia sanitaria para esta actividad fuera menor en comparación con otras naciones, además de que el turismo nacional o doméstico continuó y numerosas personas se trasladaron a su segunda residencia, con familiares o a los hoteles que permitieron la estancia.


“No hubo momentos terribles, puesto que el turismo interno le dio cierto oxígeno a la infraestructura hotelera, restaurantera y de alimentos de los diversos destinos vacacionales del país. Ello se debió, en gran medida, a que la industria turística disminuyó sus tarifas para no cerrar por completo y mantener la operación de sus empresas junto con el mayor número de empleados, aunque con un bajo margen de ganancias”, acota en ocasión del Día Mundial del Turismo que se conmemora el 27 de septiembre.


Actividad poco estable


Álvaro López considera que la pandemia nos da la oportunidad de repensar nuestros patrones de consumo y de vida. Durante los momentos más álgidos de la emergencia sanitaria la naturaleza tuvo una pequeña recuperación y nos mostró que también otros seres viven en las zonas turísticas, además de las personas visitantes. Ello nos brinda la posibilidad de reflexionar si queremos conservar un modelo turístico con alta afectación medioambiental, como lo hemos tenido.


“Es claro que debemos hacer un viraje hacia un turismo más responsable y que sea mucho más duradero, con menor afectación a otras formas de vida y al entorno del cual echamos mano, es como ‘estropear por anticipado nuestro futuro’, porque es el entorno que nos da la vida”, asegura el académico universitario.

En el Instituto de Geografía, prosigue, se analizan las tendencias generales del sector, las cuales están determinadas por el turismo litoral, es decir, el de playas y complejos hoteleros, así como el de las grandes áreas metropolitanas, donde se registra el grueso de viajeros.


El turismo rural o de áreas naturales protegidas es una actividad de menor impacto ambiental; en tanto, el que se realiza de forma masiva en litorales y metrópolis, cuya característica particular es el consumo depredador de múltiples recursos, tiende a mayor afectación medioambiental por contaminación auditiva, visual y de residuos, con repercusiones también en comunidades vegetales y animales.


En ese sentido, enfatiza que la pandemia demostró que somos hiperdependientes del turismo, una actividad lábil (susceptible) porque depende de que la gente quiera venir al país.


Si las personas deben abstenerse de algo, lo primero debiera ser de una necesidad secundaria como el turismo. “No dejamos de comer, tomar agua, tener un techo o vestir, pues son necesidades imprescindibles, eso hizo ver que el turismo es endeble y que esta actividad de manera masiva es altamente depredadora del medio ambiente y explotadora, no solo de la fuerza laboral, también de zonas costeras, entre otras, y eso es lo que se está estudiando”, afirma.

El universitario estima que México no debe dirigir sus políticas solo a multiplicar la entrada de visitantes para mantenerse en el tercer sitio por el número de extranjeros que recibe. Se requiere que esta actividad beneficie a las economías locales y que a la larga los efectos ambientales sean mínimos y el costo del restablecimiento de ese entorno sea menor de lo que ahora significa; debemos dirigirnos hacia políticas de turismo en áreas pequeñas, en comunidades sin una carga de depredación; es decir, una actividad turística sensible y responsable.


“También es necesario privilegiar a los grupos vulnerables de población humana, así como a las comunidades vegetales y animales del país, porque no solo los humanos ocupamos este entorno, lo que implica convivir más responsablemente con el entorno, ser mucho más críticos y no percibir como positivo el solo hecho de que está creciendo el turismo; por ahí no va el asunto”, puntualiza.

Es indispensable también hacer una revisión de las consecuencias de la expansión inmobiliaria en los litorales, en particular en la Riviera Maya, donde se observa una barrera en las interrelaciones que las especies animales tienen con el océano y la selva.


UNAM Global

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