Por Manuel Ajenjo A partir de ayer cuando se enfrentó el seleccionado nacional mexicano al de Irak, comenzamos a respirar futbol, ese deporte hecho industria, que al decir del escritor uruguayo Eduardo Galeano (1941-2015) expresa “emociones colectivas que generan fiesta compartida o compartido naufragio, y que existen sin dar explicaciones ni pedir disculpas”. Estamos a 10 días del Mundial Qatar 2022.
Por esta vez el propósito de esta columna es el de comentar algunos aspectos sociales del país sede, cuyo nombre oficial es Estado de Qatar, una pequeña extensión de desértico terreno de unos 200 km. de longitud por 90 km de ancho, situado en la península Arábiga, Asia; tiene una población que apenas rebasa el millón de habitantes. Su capital es Doha, un puerto pesquero a orillas del golfo Pérsico. Es un país próspero por sus exportaciones de petróleo y gas. El idioma oficial es el árabe y la religión el islamismo. El clima es tórrido la mayor parte del año, motivo por el cual el Mundial de Futbol que tradicionalmente se ha celebrado en verano se jugará en noviembre —otoño—. El sistema de gobierno qatarí es una monarquía absoluta, encabezada por el emir Tamin bin Hamad Al Thani, Tamin para los cuates. El 25 de junio de 2013, Tamin asumió el mando y se convirtió en el líder más joven de Medio Oriente, hoy de 42 años sigue siendo un gobernante joven según se estila en la región. Sólo el príncipe heredero de Arabia Saudita, el jeque Mohammed bin Salmán es más joven —36 años— pero aún no ejerce el mando en su país. (Como quien dice es un jeque sin fondos). El auge de la construcción previo al Mundial de Futbol, ha llevado a un aumento en los casos de violación de los derechos humanos de los trabajadores expatriados. Los ocho modernos estadios donde se celebrarán los 66 encuentros de la competencia, fueron edificados, mayormente, recurriendo a la mano de obra de trabajadores emigrantes procedentes en su mayoría del sureste asiático que sufrieron explotación y abusos, llegando en ocasiones a trabajar en condiciones cercanas a la esclavitud y con un calor de la chingada. Según el periódico The Guardian, la cifra de trabajadores muertos durante la construcción de los estadios desde 2010 cuando Qatar fue elegido sede mundialista hasta la actualidad es de 6,500 obreros de la construcción venidos de los países más pobres del mundo para hacer trabajos peligrosos, en una temperatura arriba de los 40 grados centígrados y a cambio de salarios muy bajos. Según Amnistía Internacional, las mujeres en Qatar, como en los demás países islámicos, se enfrentan a discriminaciones que dictan las absurdas leyes. Las mujeres siguen subordinadas a la tutela masculina, ejercida por padres, esposos, hermanos a los cuales deben pedir permisos para decisiones importantes como casarse, estudiar o trabajar. En Qatar existe la flagelación como castigo por el consumo de alcohol o por relaciones sexuales ilícitas (¿?). De nuevo recurro a los datos de Amnistía Internacional, durante lo que va del 2022 al menos seis extranjeros fueron condenados a recibir entre 40 y cien latigazos. Qatar es uno de los 70 países del mundo donde están penadas, hasta por siete años de prisión, las relaciones entre personas del mismo género. De acuerdo con Human Rights Watch, existen miembros de las comunidad LGBTQ arrestados por su actividad online, y el gobierno censura de manera regular contenidos relacionados con identidad de género y orientación sexual.
Aquí es donde la hipócrita madame de Zurich, la FIFA, confirma su vocación crematística, le da la sede del torneo que controla a países como Rusia y Qatar donde la homosexualidad es considerada delito y se espanta y nos cobra multas de cientos de dólares porque en nuestros estadios se escucha el desmadroso ¡eeeeeeh puto! de mal gusto, pero sin intenciones homofóbicas. No cabe duda que poderoso caballero es don dinero.
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