México ocupó el sexto lugar entre los países más violentos del mundo en 2023, siendo el más afectado en Latinoamérica. Las estrategias de seguridad pública han evidenciado fallas estructurales que limitan su efectividad, lo que ha resultado en un aumento sostenido de la violencia y la inseguridad en el país.
Para distintos sectores, la violencia en México se percibe de manera diferente: para los gobiernos de todos los niveles y partidos políticos, parece un fenómeno anecdótico; para una parte de la sociedad, se ha convertido en algo cotidiano; y para un segmento más reducido, refleja la debilidad del Estado frente al poder de los cárteles del narcotráfico.
Tras 18 años de crisis de seguridad sin una solución efectiva, el Estado sigue perdiendo control sobre el territorio nacional.
Pero, ¿por qué México es tan violento? Para entenderlo, es necesario analizar sus raíces históricas, el papel del narcotráfico, la corrupción y la desigualdad social.

Historia y Raíces del Problema
Para comprender la situación actual, es necesario remontarnos a la historia. En el México prehispánico, algunas civilizaciones, como los aztecas, tenían una fuerte tradición militar y religiosa, en la que la guerra y los sacrificios desempeñaban un papel central. Sin embargo, también desarrollaron una cultura rica y organizada.
A lo largo de los siglos, México ha experimentado diversos conflictos, desde la Conquista hasta la Independencia y la Revolución. No obstante, la violencia contemporánea no responde a una guerra tradicional, sino a un entramado complejo de crimen organizado, corrupción, desigualdad y debilidad en el sistema de justicia.
Uno de los principales actores en esta crisis es el narcotráfico. Desde hace décadas, los cárteles han tomado el control de diversas regiones del país, extendiendo su influencia más allá de la producción y el tráfico de drogas, incursionando en delitos como secuestros, extorsión y trata de personas. Su poder se ha consolidado en parte debido a la colusión con autoridades corruptas y la impunidad que predomina en el país.

Narcotráfico, las fuerzas policiales y la Influencia de Estados Unidos
El narcotráfico es el gran protagonista en esta historia. Desde hace décadas, los cárteles han tomado el control de muchas regiones del país. No solo se trata de drogas, también están metidos en el secuestro, la extorsión y la trata de personas. Son grupos que operan con total impunidad porque muchas veces las autoridades están coludidas o simplemente no pueden contra ellos.
Para el Dr. Gamiño, investigador de la Ibero. cuyas líneas de investigación son Estado, movimientos armados, militarización, desaparición forzada, violencia política y políticas de la memoria y el olvido, el problema de seguridad en México comenzó con la llegada de los gobiernos neoliberales de José López Portillo y Miguel de la Madrid, pero aumentó durante el mandato del presidente Carlos Salinas de Gortari, quien le puso fin a la centralización de las fuerzas policiales.
Al desregular la administración (de los cuerpos policiacos), las negociaciones con el narcotráfico y el crimen organizado que estaban centralizadas desde el Estado, fueron delegadas en los estados y municipios, eso causó choques entre unos estados y otros y viene lo que con Felipe Calderón estalla y que él enfrenta con la supuesta “guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado”.
El problema del narcotráfico en México tiene raíces profundas. En los años 40, el gobierno de Lázaro Cárdenas intentó implementar una política de reducción de daños, legalizando ciertas drogas y ofreciendo tratamiento a los adictos. Sin embargo, la presión de Estados Unidos obligó a revertir esta estrategia, fortaleciendo el mercado negro y consolidando el poder del crimen organizado.
Durante los años 50 y 60, el tráfico de marihuana y amapola en México estaba en manos de pequeños grupos locales, pero con la llegada de la cocaína en los 70 y 80, el narcotráfico se transformó en una operación de mayor escala.
Inicialmente, los colombianos controlaban el envío de cocaína a Miami a través del Caribe, pero pronto México se convirtió en un punto clave para su tránsito debido a su ubicación estratégica, sus rutas de contrabando bien establecidas y la corrupción gubernamental, que permitía el tráfico a cambio de sobornos.
Durante el siglo XX, los gobiernos del PRI toleraron el narcotráfico bajo un esquema de regulación encubierta, permitiendo que los cárteles crecieran sin grandes enfrentamientos con el Estado. En 1969, el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson y su homólogo mexicano Gustavo Díaz Ordaz discutieron el problema de las drogas, con la visión de Johnson de que México solo era un "trampolín" hacia EE.UU. En lugar de reducir la demanda, Washington impuso políticas de prohibición y militarización que, lejos de debilitar a los cárteles, terminaron por fortalecerlos.
Es famosa la frase de Díaz Ordaz "México es el trampolín por donde pasan las drogas hacia EE.UU. Si cerramos la piscina (mercado de drogas en EE.UU.), el trampolín deja de ser un problema."
Los años 80 marcaron el ascenso de figuras como Miguel Ángel Félix Gallardo, conocido como "El Padrino", quien unificó las redes del narcotráfico y estableció alianzas con los cárteles colombianos. Durante esta época, gobernadores, militares y agentes federales estaban profundamente involucrados en el negocio.
Incluso el presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) fue acusado de estar vinculado con el narcotráfico. Su hermano, Raúl Salinas, fue arrestado por lavado de dinero relacionado con cárteles.
Durante el siglo XX, el narcotráfico evolucionó, consolidando rutas clave y alianzas internacionales. La frontera con Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas del mundo, convirtió a México en un punto estratégico para el tráfico de sustancias como la cocaína, la heroína, las metanfetaminas y, recientemente, el fentanilo.
Con la llegada de la democracia en el 2000, el PRI perdió el poder tras más de 70 años de gobierno, y Vicente Fox, del PAN, asumió la presidencia en un país donde el narcotráfico ya estaba profundamente arraigado en la política y la economía. Fox enfrentó un sistema corrupto que había permitido a los cárteles operar con impunidad, mientras que el ataque del 11 de septiembre de 2001 provocó el cierre de muchas rutas de tráfico hacia EE.UU., obligando a los cárteles a buscar nuevas formas de mover drogas. La disolución del antiguo sistema de control del PRI generó una lucha interna entre cárteles, con grupos como La Familia Michoacana desafiando al Cártel de Sinaloa, lo que desencadenó una ola de violencia sin precedentes y marcó el inicio de la crisis de seguridad que aún afecta a México.
Felipe Calderón asumió la presidencia en 2006 en medio de una crisis de legitimidad y, para consolidar su autoridad, declaró la guerra contra el narcotráfico. Su gobierno justificó esta decisión ante la creciente infiltración del crimen organizado en las instituciones y fuerzas de seguridad.
En 2007, firmó con EE.UU. la Iniciativa Mérida, que proporcionó apoyo militar y financiero para el combate a los cárteles. Sin embargo, la estrategia fracasó, fragmentando a los grupos criminales en células más violentas y sin atacar la corrupción que los protegía. Los Zetas emergieron como uno de los cárteles más sanguinarios, utilizando tácticas de terror.
¿Por qué Calderón inició la guerra?
El gobierno federal estaba perdiendo el control del país.
El narcotráfico había infiltrado a las fuerzas de seguridad y las instituciones gubernamentales.
El Ejército y la Policía Federal estaban en la nómina de los cárteles o pronto lo estarían.
Necesitaba una estrategia política para consolidar su poder.
Entre 2006 y 2012, la violencia dejó más de 65,000 muertos y 20,000 desaparecidos. Con el regreso del PRI en 2012, Enrique Peña Nieto intentó minimizar el tema, pero continuó con la misma estrategia. La violencia no disminuyó, y entre 150,000 y 200,000 personas murieron durante su gobierno, mientras la corrupción persistía y los cárteles se adaptaban, diversificando sus actividades ilícitas.
Hoy en día, el mercado global de drogas se estima en 650 mil millones de dólares, y México sigue siendo un actor clave en el tráfico de cocaína, heroína, metanfetaminas y fentanilo.
A pesar de décadas de guerra contra el narcotráfico, la corrupción y la demanda en EE.UU. han impedido una solución real. El gobierno mexicano continúa negociando en secreto con cárteles, regulando el negocio sin enfrentarlos directamente, mientras los cárteles siguen expandiéndose con impunidad.
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador en 2018, la estrategia cambió a "abrazos, no balazos", priorizando programas sociales para atacar las causas del crimen. No obstante, la violencia no ha disminuido de manera significativa, y los cárteles han diversificado sus actividades, incluyendo la minería ilegal y el tráfico de personas.
Las muertes no disminuyen, no importa cuánto dinero le des gratis a la gente (o se use la redistribución de la riqueza como pretexto), hay mucho más dinero que fluye a través de la venta de drogas. La impunidad está desatada. El espíritu de los cárteles es la violencia, comenta Guadalupe Salcedo economista mexicana.
Uno de los mayores obstáculos para combatir la violencia en México es la corrupción. Policías coludidos con cárteles, políticos financiados por el narco y jueces que liberan delincuentes han generado una crisis de confianza en las instituciones. La impunidad es alarmante: la mayoría de los delitos no se resuelven, y los responsables rara vez enfrentan consecuencias.

El Futuro de la Seguridad en México
Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia en 2024, su gobierno ha propuesto una estrategia de seguridad basada en cuatro pilares:
Reducción de la incidencia delictiva, enfocándose en homicidios y delitos de alto impacto.
Neutralización de generadores de violencia, con operativos en zonas de alta criminalidad.
Fortalecimiento de la prevención y proximidad social, mejorando la policía local.
Coordinación interinstitucional, mediante la creación de un Sistema Nacional de Inteligencia.
En sus primeros meses de gobierno, se han logrado más de 2,000 detenciones, y se ha desplegado la Guardia Nacional en la frontera norte para combatir el tráfico de fentanilo y armas. Sin embargo, aún queda por ver si esta estrategia podrá ofrecer resultados sostenibles a largo plazo.
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La mayor parte de la violencia en México está derivada por la demanda de drogas en Estados Unidos, la corrupción gubernamental, la desigualdad económica y un sistema judicial ineficiente han creado un círculo vicioso de violencia e impunidad.
La violencia también ha cambiado. Antes, los enfrentamientos eran entre grupos criminales, pero ahora cualquiera puede ser víctima. Robos, feminicidios, desapariciones… la violencia se ha vuelto parte del día a día. Lo más triste es que nos hemos acostumbrado. Ya no nos sorprende escuchar de fosas clandestinas o de balaceras en pleno día, comenta Guadalupe Salcedo economista mexicana.
A pesar del panorama sombrío, la sociedad mexicana sigue luchando. Periodistas, activistas y colectivos ciudadanos continúan exigiendo justicia y cambios estructurales. La solución requiere una combinación de reformas políticas, transparencia gubernamental y una mayor inversión en educación y oportunidades económicas.
Anitzel Díaz

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