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¿Qué historias cuentan los murales mayas?

• Su característica principal es la solemnidad del uso de dos colores: rojo-blanco, rojo-negro, rojo-rojo o blanco-negro, explicó Liliana González Austria


La pintura mural ocupa un lugar relevante como expresión artística y medio de comunicación visual, dentro de las manifestaciones plásticas de los grupos mayas. La mayoría de las construcciones arquitectónicas estuvieron pintadas en su exterior y los muros del interior de los cuartos fueron cubiertos por imágenes, sin embargo, son pocos los ejemplos que se han conservado. No obstante, la iconografía de las escenas que aún perduran en diversos espacios arquitectónicos, debido a que pertenecen a diferentes periodos cronológicos, permite conocer entre otros aspectos, la cosmovisión y hechos políticos que sucedieron durante el desarrollo de estos grupos en la época prehispánica. Por lo anterior, la pintura mural es un valioso documento del arte maya que muestra parte de la historia de esta cultura.





En la cultura maya el color formó parte fundamental del lenguaje visual de las manifestaciones plásticas, ya que la mayoría de las construcciones arquitectónicas estaban pintadas y los grandes mascarones, el alto y bajorrelieve, las esculturas, estelas, altares y la cerámica ritual se cubrían de policromía. Sin embargo, la apariencia que tenían en aquella época antigua ahora se ha perdido pues la fragilidad de la pintura ha ocasionado que poco se conserve de este universo de color.



Redescubriendo sepulcros mayas


Explorando los misterios de las antiguas tumbas mayas de México, el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM está llevando a cabo un ambicioso proyecto de inventariado. La investigadora posdoctoral Liliana González Austria Noguez ha liderado este esfuerzo, descubriendo más de 25 tumbas hasta la fecha, todas adornadas con fascinantes pinturas murales.





Los sepulcros se localizan en sitios arqueológicos como Palenque o Calakmul, Tikal, Río Azul, o Caracol y K’akabish, en México, Guatemala y Belice, respectivamente, y abarcan una temporalidad larga que va del Preclásico Tardío al Clásico Tardío, es decir, del año 200 antes de Cristo al 900 de nuestra era, o sea, aproximadamente de un milenio, aunque “proliferan sobre todo en el Clásico Temprano, del año 200 al 600 d.C.”, detalló la universitaria quien cursa el segundo año del posdoctorado.


La característica principal de las pinturas en las tumbas es la bicromía, como la definió Sonia Lombardo de Ruiz, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). “Estos murales son solemnes y regularmente tienen una mezcla de rojo-blanco, rojo-negro, blanco-negro o rojo-rojo”, aunque recalcó que con el rojo se obtenían diferentes tonalidades que oscilan entre el violeta, rosa y naranja.


La pintura mural constituye un bien muy frágil, alertó González Austria; por lo que es importante conservarlo o, por lo menos, darle difusión, ya que en ocasiones su existencia se queda guardada en los archivos del INAH, en las descripciones de los informes arqueológicos.





La universitaria refirió que los tópicos que se abordan son interesantes; por ejemplo marcan los rumbos cardinales con el gobernante al centro del universo; montañas, agua, símbolos de joyas o antepasados dinásticos. “En ocasiones, hay textos jeroglíficos que indican el nombre, los títulos o la fecha de muerte”.


Algunas se descubrieron a mediados del siglo pasado, pero fueron quedando en el olvido y ahora son “redescubiertas” por González Austria, a través de la consulta de los archivos de la Coordinación Nacional de Arqueología de INAH, que se resguardan en el Museo Nacional de Antropología.


UNAM



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