Durante varios años las tensiones han ido en aumento entre los migrantes y pobladores de las ciudades fronterizas mexicanas, donde se han instalado grandes campamentos cerca de los cruces para aquellos que no pueden pagar una vivienda o se aferran a esperanzas poco realistas de que las autoridades estadounidenses los admitirán de repente.
En Ciudad Juárez, una urbe de 1,5 millones de habitantes que se estima alberga hasta 25.000 migrantes, los crecientes grupos de recién llegados, que enfrentan una espera indeterminada, han desatado un acalorado debate. El mortal incendio y el revuelo que trajo consigo han caldeado aún más la ya tensa situación.
Muchos residentes fronterizos se enorgullecen de que sus ciudades sean faros de diversidad y hospitalidad, pero los desafíos aumentaron después de que Washington introdujo una normativa según la cual los migrantes deben esperar en las ciudades fronterizas mexicanas una cita para ingresar a Estados Unidos a buscar asilo u otro estatus legal.
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