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Tierra de mujeres: Colectiva K-Luumil

En México 992 mil mujeres trabajan en el sector primario, de las cuales, 83.9 por ciento lo hace en la agricultura, 13.3 por ciento en ganadería, 1.1 por ciento en pesca y 1.7 por ciento en otras actividades.



¿Qué es la Colectiva K-luumil X’Ko’ olelo’ob?


Nuestra organización, K-luumil X’Ko’ olelo’ob, que significa “Tierra de Mujeres” en maya peninsular. Somos una organización de mujeres mayas peninsulares de Bacalar, en Quintana Roo, México. Llevamos cerca de tres años y medio organizadas juntas, y nacemos como organización en el marco de un proceso de defensa que hay en la región desde el 2013, a partir de que se autoriza la siembra comercial de soya en la región, en el sur –sureste de México, y comienza en nuestra zona un proceso de defensa que es liderado sobre todo por compañeros mayas de un colectivo de semillas. En ese marco, las pocas mujeres que participabamos en el proceso, hicimos varios intentos de convocar a las actividades que habían en el proceso, para sumarlas.


Entonces no teníamos la convocatoria que esperábamos, y fue hasta el 2016 que tres de nosotras nos sentamos, con la voluntad de mirar que es lo que necesitaríamos para que las mujeres de nuestra región se sumaran, pero sobre todo queríamos en ese momento que se enteraran. Habían sido ya muchos años de lucha pues, hubo un amparo [de la Corte Suprema de México que suspendió la siembra de soya transgénica por dos años], hubo todo un proceso de formación política, jurídica y demás, donde participaban mayoritariamente de hombres. En 2016 entendimos que el tema de convocatoria tenía que ser diferente al que habíamos estado abordando, el tema jurídico, había una parte agraria, había un tema ambiental, como afectaba la soya también a la agricultura. Entendimos que la convocatoria a las mujeres tendría que ser desde otro lugar, desde otro enfoque. Entonces pensamos que el enfoque que podría ser más sensible para las mujeres era el tema de salud.


Así en 2017 iniciamos una campaña informativa masiva en la micro región, dirigida a mujeres indígenas, donde informábamos sobre los riesgos a la salud asociados al modelo agro-industrial, en específico sobre el uso de los agroquímicos. Junto a eso informabamos sobre el proyecto que estaba autorizado en nuestra región, y que se comenzaba a implementar, sobre el amparo interpuesto (habeas corpus), el fallo de la suprema corte y demás. Ese fue el primer momento donde nace nuestra organización, donde ya no éramos tres mujeres. Uno de los horcones (pilares) de nuestra organización es la salud comunitaria, también los derechos de las mujeres, y la defensa del territorio.


¿Cómo se construye el empoderamiento comunitario que les permite tomar la iniciativa para enfrentar un monstruo del tamaño de Monsanto?


Las mujeres que fundamos la organización, somos mujeres que hemos tenido muchos años de camino en trabajo comunitario, acompañando a mujeres en diferentes procesos. Cuando empezamos a tener esta iniciativa desde nosotros mujeres indígenas organizadas, empezamos a darnos cuenta de una serie de respuestas a nivel comunitario que tienen que ver con la falta de espacios propios. Vimos en la primera campaña una serie de situaciones que interpretamos como delicadas, que personalmente me sorprendieron. Nosotros informábamos con el afán de prevenir cuestiones de salud, y nos sorprendió saber que ya había comunidades que tenían muertos por intoxicación por el uso de los químicos, varios casos de intoxicación severa por consumo de alimentos fumigados, por ejemplo, por el uso de glifosato.


También había cuatro comunidades que tienen muchos casos de cáncer, en comparación con, por ejemplo, mi comunidad que estamos a 35 kilómetros de esas comunidades. Fue muy fuerte mirar que en estas comunidades estaba pasando eso. Pero lo más triste fue darse cuenta que no era solo a causa del proyecto, no eran lugares que tuvieran monocultivos extensivos, sino que en estas comunidades indígenas se daba esto porque existe una producción intensiva de diferentes tipos de hortalizas que se comercializan en el norte del estado, en toda la Riviera Maya y en Cancún. Esta producción intensiva hace a los campesinos producir y tener que poner muchas cosas. Eso nos dio un golpe muy fuerte, darnos cuenta de que esto es mucho más grande, porque la práctica viene de nuestros iguales. No es por medio de un cultivo extensivo de Monsanto, ni nada, sino la gente misma, apropiándose de un modelo que no es propio del pueblo indígena, pero que se asume por las políticas públicas que desde los años 80 se vienen dando y que tienen una producción más intensiva.


Eso también nos hizo pensar que teníamos que abordar el asunto con mucho más cautela, cuando informamos a las mujeres sobre los riesgos de la salud, algunas quedaban muy agobiadas, porque la sintomatología que comentamos era algo que miraban en algún familiar, el esposo, o el papá, e inmediatamente hablaban de todas estas muertes, le encontraban una causa a las enfermedades que había en las comunidades. Había mucha frustración, en términos de: “Aunque yo le diga a mi esposo o le diga a mi papá, no va a dejar de usar los químicos porque no me cree”. Porque yo no puedo decidir que use o no, porque necesita producir de cierta forma para tener una economía familiar (fuerte).


Eso está más cabrón, porque ahí entendimos que es comenzar a mirar que la lucha nuestra por el territorio, más que mirarla para afuera, tenía que ser al interior de las comunidades e ir tejiendo, bordando capacidades y fortalezas de nosotras las mujeres de comunidades indígenas y rurales, para poder ir transformando esa realidad. Nos dimos cuenta que eso iba a ser mucho más delicado que enfrentarnos con Monsanto, porque Monsanto sí es un monstruo pues y al menos hasta este momento no hemos visto amenazas directas hacia alguno de los líderes.


Pero comenzar a cuestionar la práctica de los varones, o la práctica del medio de vida de los demás, tiene que ver con cuestionar la vida en la comunidad, desde nosotras. A partir de eso, y posteriormente el año pasado que participamos en el Primer Encuentro de Mujeres que Luchan, con las hermanas Zapatistas, eso nos dio una mirada mucho más amplia de que sí, lo que tenemos que hacer es un trabajo para adentro. Pero antes de hacer cualquier cosa, nosotras como colectiva, tenemos que empezarnos a formar, para tener una visión común, mucho más politizada, que fortalezca liderazgos de nosotras, para, a partir de estas mujeres que somos la colectiva, ir desarrollando acciones comunitarias que tengan incidencia en la vida de nuestras comunidades.


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