Por Manuel Ajenjo Antes de entrar al tema un preámbulo, terminé de leer El Rey del Ca$h, escrito por Elena Chávez, durante 18 años pareja de César Yáñez, durante ese tiempo vocero de López Obrador. La verdad el libro no corresponde a la expectación causada con tal título. La publicación está bien escrita, dividida en amenos y cortos capítulos, pero lo esencial, la expectativa a la que conduce el título: el manejo de dinero en efectivo para los gastos de campaña, la manutención de AMLO, su familia y los que trabajaron para él durante los doce años (2006-2018) en los que recorrió la República promocionando su candidatura por segunda y tercera vez a la Presidencia, es poco claro y sin ningún documento, dato duro, que lo avale. Cierto que dice que el dinero llegaba en maletas y, en efectivo, de ahí el título. Principalmente, según la también periodista, el cash provenía del erario del Distrito Federal, manejado por Marcelo Ebrard. El encargado de llevarlo a la casa de campaña en la colonia Roma, era su secretario de finanzas, Mario Delgado. De la misma forma llegaba dinero de los diezmos de Delfina Gómez en Texcoco, así como de las aportaciones de empleados colocados en buenos puestos en los gobiernos controlados por el PRD, también de las prebendas económicas que a éste partido le entregaba el INE (hoy IFE) hasta el rompimiento del tabasqueño con el perredismo al constituir su propio partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Resumiendo: en cuanto a lo económico que es lo que, por su título, llama más la atención del libro, el ruido es más que la nueces. Eso sí, el texto trae buenos y sabrosos chismes, ahí les van dos de los más leves: el 1 de julio del 2012 lo que enojó más a López Obrador, según lo que su vocero le confió a su esposa, no fue el festejo de Peña Nieto celebrando su victoria, “sino imaginar la risa de Felipe Calderón” (…) “El espurio debe estar gozándola”. Otro detalle del ámbito del chismorreo: Delfina Gómez, virtual candidata de Morena a la gubernatura del Estado de México, tiene una extravagancia: la de coleccionar peluches y bolsas de marca —que nunca usa—. Pero ya se me fue más de la mitad de la columna en el chismorreo. Advierto que a mí no me gusta el chisme: me divierte. En la mañanera del martes el presidente López Obrador locuaz, como pocas veces, aunque olvidando y confundiendo algunos datos como el de la gasolina y la tortilla comparados con el dólar. (“Yo olvido otros datos” —podría decir—). Contó, muy mal por cierto, dos chistes. Citó a Díaz Mirón y a Rubén Darío, pasó en video un discurso de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller en la Unesco. Todo esto no en orden cronológico. Al llegar al tema de los candidatos mencionó que en Morena hay tres pero podían ser dos más y entonces mencionó, por su nombre y apellido, a Ricardo Monreal y luego en su acostumbrado tono de ninguneo dijo y preguntó: “Este otro, ¿cómo se llama?”, Noroña le dijeron y dio por hecho que Gerardo Fernández Noroña estaba en la lista. Parece mentira que a López Obrador se le olvide el nombre y apellidos completos del que fuera secretario de comunicación del PRD cuando el hoy presidente fue candidato presidencial de dicho partido. Aunque no con el gusto y el agrado con los que se dirige a las otras tres, AMLO mencionó dos corcholatas más, nada le hubiera costado hacerlo antes. Ambos personajes se han declarado abiertamente, contra viento y marea, sus partidarios. Noroña es el polemista más puntilloso en defensa de AMLO contra priistas y paniaguados. Monreal tiene el mérito de haber operado en el Senado la aprobación de la continuidad del Ejército en tareas de seguridad. Punto final Doctor, soy asmática, ¿es grave? No señora, es esdrújula.
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