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De regreso al pato laqueado


Manuel Ajenjo


Esta vez se lo entregarán a domicilio o mandará a su chofer a recogerlo, de una u otra manera, estoy seguro que al volver a la libertad, aunque ésta sea condicional y con brazalete, entre los primeros platillos que se le antojarán, será el pato laqueado, aunque, tal vez, lo pidió y comió más de alguna vez en los dos años y tres meses que estuvo en el Reclusorio Norte. Sabido es que en las cárceles mexicanas con dinero baila no sólo el perro —como dice el dicho— sino hasta el director del penal —como más de una vez ha sido notorio.


Recordarán que el pez gordo de la camarilla del intocado Peña Nieto, que fuera director de Pemex del 4 de diciembre del 2012 al 8 de febrero del 2016, acusado de recibir 10 millones de dólares de la empresa Odebrecht a cambio de contratos; así como de comprar en 275 millones de dólares una planta chatarra de Agronitrogenados que sólo valía 50.4 millones, cayó, después de una tortuosa sucesión de acontecimientos, desde su huida de México y estancia en Alemania (2019); su aprehensión en Málaga, España (febrero del 2020); la extradición a nuestro país (julio 2020) cuando a pesar de haber salido completamente sano de Madrid, según informaron las autoridades de la cárcel de donde procedía, al descender del avión, sin ningún examen previo, alguien diagnosticó que el reo (jete) padecía anemia y problemas en el esófago por lo cual fue trasladado a un hospital de cinco bisturíes —versión médica del hotel de cinco estrellas. La causa de la anemia fue la ingesta excesiva de jamón Jabugo y vino Pingus. Lo del esófago no era otra cosa que lo que llamamos reflujo y es producto de tal manducación.


Durante las dos semanas que estuvo hospitalizado, sostuvo dos comparecencias judiciales. El 28 de julio, el juez José Antonio Zúñiga, lo vinculó a proceso por realización de operaciones con recursos de procedencia ilícita y decidió que el acusado no sería juzgado en prisión, la única medida cautelar fue el uso de un brazalete electrónico. En la segunda audiencia, celebrada al día siguiente, el juez lo vinculó a los delitos de cohecho, asociación delictuosa y uso de recursos de procedencia ilícita. Amplió los cargos, pero no la penalización, Lozoya siguió su proceso en libertad con su brazalete y la obligación de ir a firmar los días primero y 15 de cada mes en la Unidad de Seguimiento a Medidas Cautelares y Suspensión Condicional del Proceso (UMAC) instancia que para suerte del delincuente de cuello blanco y conciencia negra estaba cerrada por el Covid-19.


Todo iba a pedir de boca (cerrada), hasta que una noche al honorable señor Lozoya se le antojó cenar con unos amigos comida china, pato laqueado, su favorito, mientras lo degustaba, una persona indiscreta fotografió al honorable grupo realzando la figura de don Emilio. Las fotografías cayeron en las manos de la periodista Lourdes Mendoza quien había acusado a Lozoya de difamación cuando éste confesó que por órdenes de Luis Videgaray le había regalado una bolsa Chanel con valor de entre 4,000 y 5,000 dólares para que la periodista escribiera a favor del secretario de Hacienda. Como eso era mentira, a la manera de revancha, la columnista publicó las fotografías que suscitaron un escándalo por lo que las autoridades correspondientes detuvieran a Lozoya, basados en el criterio de que el brazalete era para estar en prisión domiciliaria no para andar exhibiéndose en restaurantes de lujo, esta vez si lo embotellaron de origen durante 838 días que se cumplieron antier.

La Fiscalía General de la República quien después del preso liberado quiere tapar el pozo de sus intencionales omisiones y malas prácticas procesales, afirmó que las resoluciones que favorecen a Emilio Lozoya han sido dictadas en forma parcial e ilegal por los jueces y magistrados del Poder Judicial de la Federación. ¿Será?

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