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Hace siete años ella dijo #MeToo

anitzeld

Hace siete años, el movimiento #MeToo explotó como un grito colectivo que sacó a la luz lo que muchas personas ya sabían, pero pocos se atrevían a decir en voz alta: el acoso y el abuso sexual eran más comunes de lo que imaginábamos. Desde entonces, algunas cosas han cambiado, aunque no todo lo que quisiéramos.


Por un lado, el tema se volvió imposible de ignorar. Más personas se sintieron con la confianza de alzar la voz y compartir sus historias, y muchas figuras poderosas cayeron en desgracia después de décadas de impunidad. Hollywood, la política, los deportes... parecía que ningún espacio estaba a salvo de estas revelaciones. En algunos países, las leyes se endurecieron; en los trabajos comenzaron a tomarse más en serio los protocolos contra el acoso y hasta vimos cambios en el lenguaje y las conversaciones sobre consentimiento.

Pero el impacto no ha sido igual para todos. Mientras que en algunos sectores ha habido avances reales, en otros —especialmente en lugares con menos visibilidad o protección laboral— las cosas siguen igual de complicadas. También hemos visto cómo algunos agresores, después de un tiempo alejados, han vuelto a sus viejas posiciones de poder, como si nada hubiera pasado.


El #MeToo hizo que hablar de acoso ya no fuera un tabú, pero también hubo una reacción en contra. Algunos lo tildaron de "caza de brujas", y el tema perdió un poco de la atención mediática que tuvo al principio. Sin embargo, lo que nadie puede negar es que marcó un antes y un después. La conversación sobre el acoso, el abuso y el consentimiento ya no puede ser ignorada, aunque todavía queda mucho por hacer.






2017

ME TOO el aerolito que cayó a la tierra para poner fin a una era


Me Too abrió una conversación inagotable y cambió toda la sintaxis de lo que hasta 2017 habían sido las relaciones sexuales ligadas al poder y al trabajo. Movió el significado de los hechos y pronto comenzó a reescribir la historia. Antes tener sexo sin consentimiento expreso, de manera forzada, condicionado o con engaños era común en la vida pública de las mujeres. Algunas asumían como inherente a su condición o a su trabajo ese riesgo que ahora revierte su significado y da a esos hechos el sentido de delitos o crímenes sexuales.


A la bomba estallada en Hollywood en Octubre de 2017 -donde varias actrices denuncian públicamente acosos sexuales y violaciones perpetradas por el productor de cine Harvey Wenstein- le siguieron ondas expansivas de alcance indefinido en todo el orbe. Mujeres de rostros conocidos y millones de mujeres desconocidas, emergían una tras otra en redes sociales navegando sobre el escudo flotador de Me Too. No más culpa, no más oscuridad, se acabó el silencio se expresa en el manifiesto colectivo en que se convirtió el movimiento.


Si bien las leyes de la mayor parte de los países tenían previsto el acoso sexual y la violación como delito, en la vida cotidiana de las naciones los poderosos cometían estos crímenes con toda impunidad. El procedimiento era típico, se desestimaban las declaraciones, se culpaba a la víctima de seductora o de aceptar. Nada menos el presidente de los Estados Unidos, en campaña había sido comprometido en con el registro de una conversación antes de entrar a un programa Televisado, en la que expresaba “cuando eres una estrella, te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa (…) Las agarraras por la vagina. Lo que quieras”. En esa revelación había pasado mucho y a su vez no había pasado nada. La misma historia ocurría en todas partes. ¿Para qué denunciar? decían las víctimas si la nata de vergüenza se queda en ella y su carrera y no en el depredador.


Esta vez el reloj se detuvo y marcó el inicio del momento en el que el mundo entra en una nueva conversación. El responsable de los hechos es quien los comete y si está en una posición de poder, es un abuso de autoridad y jugará en su contra en lugar de a favor. El New Yorker y New York Times, sacan a la luz lo que muchos suponían pasaba en la oscuridad, con las denuncias sexuales de varias actrices. Se reconfigura entonces el papel de la víctima de acoso, abuso o violación. Ahora es su prerrogativa abrir la boca y denunciar los hechos, en el tribunal que le parezca conveniente: redes sociales, medios o tribunales. El velo de la vergüenza lento se muda al lugar del acosador.


Las razones que mueven a las mujeres que se expresan en el movimiento son diversas: buscar poner un alto, un castigo, la reparación del daño, una disculpa, alcanzar justicia, poner fin a estos actos y a la impunidad. Otras más buscan reivindicarse consigo mismas como personas y no como objetos. Poco a poco comienza Me Too a cambiar los hilos de la historia porque el abuso y la violación cosifica a la persona, la reduce a satisfactor de un impulso sexual a una mera demostración de poder. La violencia sexual, es considerada por la OMS equiparable a la tortura por las consecuencias impredecibles e indeterminadas que puede traer a una persona en el tiempo.


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El blanco siempre espera, el rojo que reconforta, el verde que es vida, el azul que ilumina, el naranja que recuerda, el morado constante. El color como recuerdo, como herida abierta, como símbolo de esperanza. La pausa que continúa...





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