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Ella dijo #MeToo

She Said – la película que revela el historial de abusos de Harvey Weinstein



El trabajo de estas periodistas inició uno de los movimientos sociales más importantes en la historia.


Las reporteras Megan Twohey y Jodi Kantor, pertenecientes al New York Times, sacan a la luz una de las historias más importantes en generaciones. Dicha historia ayudó a desencadenar el movimiento #MeToo, que destruyó décadas de silencio y evidenció uno de los problemas más comunes en Hollywood: el abuso sexual. Entre tantas revelaciones, víctimas y escándalos, un nombre sobresalió: Harvey Weinstein, pero no por su gran poderío en la industria, sino por estar implicado en muchos casos.





ME TOO el aerolito que cayó a la tierra para poner fin a una era


Margarita Guillé Tamayo


Me Too abrió una conversación inagotable y cambió toda la sintaxis de lo que hasta 2017 habían sido las relaciones sexuales ligadas al poder y al trabajo. Movió el significado de los hechos y pronto comenzó a reescribir la historia. Antes tener sexo sin consentimiento expreso, de manera forzada, condicionado o con engaños era común en la vida pública de las mujeres. Algunas asumían como inherente a su condición o a su trabajo ese riesgo que ahora revierte su significado y da a esos hechos el sentido de delitos o crímenes sexuales.


A la bomba estallada en Hollywood en Octubre de 2017 -donde varias actrices denuncian públicamente acosos sexuales y violaciones perpetradas por el productor de cine Harvey Wenstein- le siguieron ondas expansivas de alcance indefinido en todo el orbe. Mujeres de rostros conocidos y millones de mujeres desconocidas, emergían una tras otra en redes sociales navegando sobre el escudo flotador de Me Too. No más culpa, no más oscuridad, se acabó el silencio se expresa en el manifiesto colectivo en que se convirtió el movimiento.


Si bien las leyes de la mayor parte de los países tenían previsto el acoso sexual y la violación como delito, en la vida cotidiana de las naciones los poderosos cometían estos crímenes con toda impunidad. El procedimiento era típico, se desestimaban las declaraciones, se culpaba a la víctima de seductora o de aceptar. Nada menos el presidente de los Estados Unidos, en campaña había sido comprometido en con el registro de una conversación antes de entrar a un programa Televisado, en la que expresaba “cuando eres una estrella, te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa (…) Las agarraras por la vagina. Lo que quieras”. En esa revelación había pasado mucho y a su vez no había pasado nada. La misma historia ocurría en todas partes. ¿Para qué denunciar? decían las víctimas si la nata de vergüenza se queda en ella y su carrera y no en el depredador.


Esta vez el reloj se detuvo y marcó el inicio del momento en el que el mundo entra en una nueva conversación. El responsable de los hechos es quien los comete y si está en una posición de poder, es un abuso de autoridad y jugará en su contra en lugar de a favor. El New Yorker y New York Times, sacan a la luz lo que muchos suponían pasaba en la oscuridad, con las denuncias sexuales de varias actrices. Se reconfigura entonces el papel de la víctima de acoso, abuso o violación. Ahora es su prerrogativa abrir la boca y denunciar los hechos, en el tribunal que le parezca conveniente: redes sociales, medios o tribunales. El velo de la vergüenza lento se muda al lugar del acosador.


Las razones que mueven a las mujeres que se expresan en el movimiento son diversas: buscar poner un alto, un castigo, la reparación del daño, una disculpa, alcanzar justicia, poner fin a estos actos y a la impunidad. Otras más buscan reivindicarse consigo mismas como personas y no como objetos. Poco a poco comienza Me Too a cambiar los hilos de la historia porque el abuso y la violación cosifica a la persona, la reduce a satisfactor de un impulso sexual a una mera demostración de poder. La violencia sexual, es considerada por la OMS equiparable a la tortura por las consecuencias impredecibles e indeterminadas que puede traer a una persona en el tiempo.


Me Too acusado de elitista y cupular


En la conversación se desdoblaron en distintas lenguas las feministas, surgieron las que discrepan, debaten, se preguntan. ¿Qué pasó con la máxima atribuida a Simone de Beauvoir: el cuerpo de la mujer es un capital y tiene derecho a explotarlo como mejor considere? ¿Dónde está la línea del acoso y la seducción insistente? El debate se extendió en la entrega de los Globos de Oro, donde Oprah Winfrey da un discurso que es nuevamente un referente archicelebrado y arropado por grandes estrellas. -Ya basta! Se acabó! - Eso desató el cuestionamiento de algunas académicas francesas, que señalaban al movimiento de Me Too de elitista y cupular.


Ciertamente Me Too, no es un movimiento de abajo hacia arriba, en la voz detonadora, pero si lo es en la expansión del mensaje. Su impacto defiende lo indefendible. Basta de encubrir, basta de soslayar, basta de abusar a las víctimas. En mi opinión, los feminismos se encontraban sorprendidos por las discusiones y las marchas. Las movilizaciones se extendieron a múltiples ciudades del mundo incluyendo a las mujeres musulmanas. Marchaban a la Meca en un claro #MeToo, ligado a un Ya basta! La pertinencia y la verdad se abren camino solas. No se requiere invertir energía o recursos para cuando una idea novedosa está madura en el imaginario colectivo. En distintos países los ecos del movimiento terminaron en denuncias y escándalos que llevaron a la renuncia de políticos y empresarios.


Hollywood se lo había tomado en serio. Parecía mandar el mensaje de No más. Así se vio caer al magnate productor que dio origen a los escándalos, se sustituyó a Kevin Spacey protagonista del film Todo el dinero del Mundo, a punto de estrenarse, tras las acusaciones de abuso sexual. En esta gran conversación en la que se ha metido el mundo, también se escuchan aún voces –aunque residuales-, de algunos hombres que denostan las imputaciones y declaran el fin del cortejo, la seducción, el fin del amor romántico, el inicio de la era del hielo y ser una grito más de la histeria feminista.


Sexo y hombres de poder

Por muchos años, el sexo de hombres de poder con personas cercanas, subalternas o ligadas al trabajo, era una canonjía inherente a su prestigio y era su facultad hacer uso de ese privilegio masculino, con ordinaria impunidad. Incluso en la literatura griega, manantial del que han abrevado múltiples manifestaciones culturales de nuestro tiempo, el primer acto público de Zeus fue violar a Metis, para mostrar así su hombría, es decir su poder. La vinculación del abuso y la violación con la virilidad y el poder está arraigada a una herencia patriarcal milenaria. Dos máximas del feminismo declaran ahora toda su vigencia: ‘lo personal es político’ y ‘este cuerpo mío y por tanto sobre éste mando yo’.

Por eso Me Too, en este momento representa el epicentro de la ruptura en la historia patriarcal del siglo XXI. Similar a un sisma, al aerolito que impacto la tierra y cambió la normalidad del ecosistema, acabando incluso con algunas especies.


El futuro de Me too

La historia, construida desde Hollywood, dio un giro inesperado pero anhelado por miles de mujeres. Vimos recién cómo reputados nombres encumbrados en la gloria de la fama y la fortuna caían de forma estrepitosa llevándose en pedazos el brillo de su carrera. Engullidos en cartas de renuncia, despidos, reclamos públicos e imputaciones legales, el dedo inquisidor de las redes sociales daba click sumando miles y millones en todos los países y continentes, reconociéndose alguna vez víctimas de un crimen sexual. Pero extrañamente no ha tomado fuerza efectiva en México. Ningún gran escándalo de acoso se ha disparado en estos días. La historia de denuncia con castigo parece no tener tierra fértil en este país donde según la Comisión de Atención a Víctimas ocho de cada 10 víctimas de violencia sexual son mujeres y 23% lo fueron estando activas laboralmente.


¿Qué tiene Estados Unidos que no tiene México para dar vuelo a estos reclamos? ¿Se requiere más que la sucesión de los hechos para poder expresar públicamente el acoso, violación o daño? Es probable que si. Las mujeres mexicanas viven en su cotidianidad la debilidad de las instituciones, la ausencia del estado de derecho, la impunidad en los delitos cotidianos, no digamos frente a gente poderosa. La incompetencia de las instituciones que imparten justicia está a la vista eso seguramente mata cualquier intención de denuncia.

En México la industria del espectáculo, la política y la economía tiene factores de movilidad vinculados al sexo. Carreras que emergen o se destruyen hasta hoy por aceptar o no las insinuaciones. He sido testigo y escucha de muchos de estos hechos. Pero es la persona, la víctima quien debe y puede hacer de esa boca una voz propia. Falta tiempo para ver un reclamo de justicia efectiva por acontecimientos como estos en México. Este país está en el momento histórico de los escándalos morales por corrupción, llegará el momento en que esté listo para repudiar el doble estándar moral de conducta sexual inapropiada, sitio al que han llegado ya sociedades como la Francesa y la Inglesa; hacia donde por cierto pareciera querer transitar la norteamericana desde hace algún tiempo, Me Too y Hollywood parece meter acelerador al freno que puso Trump en su momento. Macron por su parte responde en Francia con propuesta de nueva legislación donde No basta con el NO. Solo si es un si. En tanto el Congreso Mexicano legisla en materia de Acoso Callejero.


En fin, aunque el movimiento #Me Too no da todos los frutos que se esperan si está germinando múltiples procesos. La historia aún no termina.

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