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Inmundicia electoral

Manuel Ajenjo


Con el encabezado de este texto no quiero referirme a algunos candidatos que por su actuar público merecen el sustantivo como lo son el aspirante a gobernar la Ciudad de México, Santiago Taboada, acusado, con suficientes pruebas, por el apartidista licenciado Rodrigo Muñoz, del manejo corrupto de asuntos inmobiliarios en Benito Juárez, municipalidad de la que fue alcalde; cargo al que ahora aspira Luis Mendoza, también involucrado en el grupo gansteril de bienes inmuebles, al igual que su hermano Víctor Manuel que, por ese motivo, se encuentra preso. No es a esa clase de inmundicia a la que me refiero.


Tampoco mi relato va por el camino de la bazofia que a diestra y siniestra, mutuamente, se arrojarán la derecha y la izquierda durante los 25 días que restan para que se desarrollen los comicios más grandes de la historia de México. No.


La inmundicia a la que quiero aludir es a la propaganda electoral que prolifera en las calles de la Ciudad de México: carteles, pancartas, pendones y estandartes que con la fotografía de un fulano o de una mengana, su nombre, logotipo del partido o de la coalición que lo apoya, y eslogan publicitario, son una dudosa invitación a votar. Realizados, por lo general, en materiales plásticos que según el artículo 209 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales y el 236 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales —por leyes no paramos— el plástico utilizado en este tipo de impresos debe ser biodegradable. (Aunque en el primer caso se indica que “preferentemente” deben ser materiales biodegradables, dejando con el uso del adverbio una puerta abierta para la violación del precepto. (El que hace la ley hace la trampa)


Por acuerdo del Instituto Nacional Electoral (INE) es conveniente usar plásticos de los llamados “Termoplásticos”, debiendo contar con los certificados de calidad de que la resina utilizada en la producción de los mismos pertenece a esta categoría; siendo responsabilidad de los compradores solicitarla a sus proveedores.


A lo anterior hay que agregar los anuncios en papel pegados con engrudo, difíciles de desprender y los volantes (fliers) que se reparten en lugares populosos, como mercados y plazas públicas, y que el que los recibe, leyéndolos o no, tira enseguida.


En la Ciudad de México, la normatividad exige a los partidos políticos retirar todo vestigio publicitario dentro de los primeros siete días posteriores a la jornada de los comicios. Mientras tanto, estos materiales están expuestos a la lluvia y al viento, éste puede arrancarlos y éstos caer en el arrollo de la calle de tal suerte que pueden tapar coladeras y provocar una inundación.


Un dato: En la elección del 2021 se recogieron en la capital del país 130 toneladas de basura electoral.


Pero aún suponiendo que los partidos cumplan con los requisitos solicitados por la ley, los antiestéticos anuncios contaminan visualmente las calles citadinas, donde con la única excepción de no poner anuncios en árboles y arbustos ni en los cables de la corriente eléctrica, está permitido indiscriminadamente colgar, una tras otra, esta propaganda en los postes de luz y de teléfono.


Los partidos políticos y el INE deberían de ponerse de acuerdo y hacer una o varias encuestas para saber qué tanto influye positivamente en el votante medio el toparse por todas las rutas de la ciudad con la cara de candidatas y candidatos a la Presidencia de la República; al Congreso; a la Jefatura de Gobierno y a las Alcaldías, no creo que alguien vote por aquel o aquella más veces visto o vista. Por el contrario puede resultar que entre más veces vea la imagen de las y los aspirantes psicológicamente genere un rechazo irracional que resulte contraproducente, para el o la aspirante, al emitir su voto.


Punto final

Si usted vive de su trabajo y paga impuestos, vaya a votar. Porque los que viven de los impuestos que usted paga, todos van a votar.


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