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Pablo Milanés y la Revolución Cubana

Por Manuel Ajenjo Nacido en 1943 en Bayamo, Cuba, antes de ayer murió en Madrid Pablo Milanés, identificado, junto a Silvio Rodríguez, como los creadores de la Nueva Trova Cubana, también fue llamado el Poeta de la Revolución, aunque en su productiva vida no todo fue miel sobre hojuelas en su relación con el movimiento que encabezó Fidel Castro y, que a partir de 1959, implantó en la isla del caribe un régimen marxista-leninista con el que el cantautor bayamés tuvo varios desencuentros; “las ideas de un revolucionario —declaró en una entrevista para el diario español El País— no se desvían por los errores que cometen los dirigentes”. En la precitada entrevista, el creador de “El breve espacio en que no estás”, “Yolanda” y “De que callada manera”, ésta con letra del poeta Nicolás Guillén, reconoció que él fue una de las 40,000 personas que entre 1965 y finales de 1967 estuvieron recluidas en las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), que no eran otra cosa que campos de concentración aislados en la provincia de Camagüey, donde se realizaban trabajos forzados desde la cinco de la madrugada y hasta el anochecer. El cantautor de “Para vivir”, “El amor de mi vida” y “Mi primer amor”, ésta cantada a dueto con Tania Libertad, tenía 23 años cuando se fugó con otros 280 presos de aquel lugar cuya existencia y métodos estanilistas denunció en La Habana por lo que fue aprehendido nuevamente y esta vez enviado preso durante dos meses a la fortaleza de la Cabaña y luego a un campamento de castigo peor que las (UMAPS), donde permaneció hasta que éstas fueron erradicados ante el escándalo de la opinión internacional. Los años de confinamiento no provocaron en Pablo el abandono de sus ideas revolucionarias, por el contrario —afirmó en la entrevista aludida— “de allí salí más revolucionario” no obstante que lo obligaron a trabajar de sol a sol “sin ninguna justificación ni explicaciones, y mucho menos el perdón que estoy esperando que me pida el gobierno cubano”. Milanés que tenía 16 años cuando Fidel y sus huestes bajaron de la Sierra Maestra y derrocaron al gobierno del dictador Fulgencio Batista, abrazó las causas de la revolución y, pese a todo, hasta sus últimos momentos se consideró un revolucionario; no obstante que en 1992, durante lo que se denominó en Cuba el período especial, hizo público su desencanto “cuando tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado”, lo que lo llevó a romper con Fidel y sus sucesores. Admirador del uruguayo José Mujica —¿y quién que tenga ideas progresistas no va a admirar a este señor?— a raíz de la rebelión del 11 de julio del año pasado cuando los cubanos salieron a las calles a reclamar un cambio político, Pablo declaró: “La libertad llegará y no va a ser con tiros ni con bombas, sino con flores (…) Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo”. A pesar de su no adicción al oficialismo cubano, el presidente de la isla caribeña, Miguel Díaz-Canel, escribió en su redes: “El dolor llega con la noticia. Desaparece físicamente uno de nuestros grandes músicos. Voz inseparable de la banda sonora de nuestra generación”. Pablo Milanés, murió en Madrid y no en su añorada Habana de la que se despidió en junio pasado con un concierto memorable donde cantó “Días de gloria”, pieza musical cuya letra se vuelve simbólica por la partida del gran trovador: “Los días de gloría los dejamos ir (…) se fueron volando y yo no me di cuenta. Vivo con fantasmas que alimentan sueños y falsas promesas”. Punto final Diríamos en México que de todos los ritmos cubanos el más perrón es el guaguancó.

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