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¿Hay poesía en la violencia? o solo realidad

Actualizado: 24 jun



Un niño en Barranquilla me dijo que hago cuadros de colores muy bonitos, pero de temas muy tristes.



En el MUAC, en la exposición de Beatriz González, hay una sala tapizada de pequeños cuadros entre el negro, el gris y el blanco manchado con siluetas de ¿de qué? ¿De vivos? ¿de muertos? La sensación es fuerte, la obra abruma, repetida y constante. Me pasó lo mismo en la Capilla Negra de Rothko. Hay que salir para volver a entrar con ojos limpios.


La obra de Beatriz de los noventas está impregnada de violencia, como su país en esa época, como Colombia. Interesante cómo la rueda en estos países nuestros sube y baja. Hoy México está más cerca de esta obra que Colombia.


Quizá sea mejor no enterarse de dónde viene la pieza antes de entrar a la sala. Sentir, observar reflexionar y después leer que se trata de una masacre en Los Llanos Orientales de Colombia en los años 90 que quedó registrada a través de fotografías que mostraban una especie de desfile de soldados y campesinos cargando los cuerpos en cobijas y hamacas. Y claro, es que en esa década, Colombia estaba en pleno conflicto armado interno. Los grupos paramilitares, los guerrilleros y los narcotraficantes protagonizaron ataques a la población civil y enfrentamientos con las fuerzas armadas.


Varias impresiones de periódicos con esas fotos fueron guardadas por la artista en un archivo que ha ido creciendo desde hace medio siglo ha sido el origen de gran parte de sus pinturas. Guerra y paz: una poética del gesto es el nombre de la exposición y sí viene mucho al caso, lo que hay entre la guerra y la paz, la violencia que gotea, que se respira en cada rincón de su obra, que no por fuerte deja de ser poética.





“¿Cómo se pinta una figura muerta que no sea un pastiche? Yo me inspiro indudablemente en las imágenes de los periódicos, pero las veo de otra manera. Entonces tomo una foto, la veo, le agrego cosas y le quito otras por medio de las siluetas”. Dijo la artista en una entrevista.

Como Latinoamérica, la pintura de Beatriz es gráfica, de colores fuertes saturados, de figuras definidas con miradas directas, parece que dijeran todos “sí y qué”. Los vivos, lo mismo que los muertos. Las personas, las figuras, son siempre protagonistas; en algunos casos saturando los lienzos hasta las esquinas.


Desde 1962, Beatriz González—quien también es historiadora del arte, crítica cultural, museóloga, autora de varios libros y un referente para la formación de muchos de los artistas colombianos recientes— utilizó la pintura como medio para apropiarse e interpretar imágenes preexistentes de la pintura occidental, la cultura popular y el fotoperiodismo.


Beatriz cuenta que aquellas figuras que protagonizan sus obras son opuestas al concepto tradicional que se tiene de la palabra, “son siluetas, pero tampoco lo son porque se desvanecen. Tienen toda la actitud mía que es, realmente, no pintar como se pinta en la academia. Es antiacadémico, por un lado y, por otro, las figuras, en sí, no son tranquilas, son tristes y recuerdan acontecimientos bastante dolorosos. Yo no podía hacer unas figuras normales, tenían que ser en contra de las figuras”.

A diferencia de las versiones metropolitanas del arte pop, su interés no estuvo marcado por las imágenes del espectáculo y la mercancía, sino por generar lo que ella misma describió como una pintura “de provincias”, que se convirtió, gracias a la mediación de los textos de la crítica argentina-colombiana Marta Traba, en un modelo para la pintura latinoamericana, una especie de “pop del sur”. Sus obras más conocidas e influyentes son los muebles que desde la década de 1970 hizo ensamblando sus pinturas en mobiliarios de corte popular y sobre soportes inusuales, como telones, papeles tapiz y objetos gráficos. A partir de 1980, sus obras comentan de manera creciente la vida pública y la violencia de Colombia.



Señor presidente, qué honor estar con usted en este momento histórico”,


El color es el termómetro en la obra de la artista. Al principio —cuando había humor e ironía tanto en su país como en su obra— el naranja y el amarillo brillante imperaban. Después del 85 la obra se vuelve más pálida, el verde opaco, el esmeralda, el vinotinto llegan. “Todo comienza con el incendio del Palacio de Justicia (6 de noviembre de 1985). Uno de los cuadros es el de la escena del presidente (Belisario Betancur) con sus ministros que le dicen: “Señor presidente, qué honor estar con usted en este momento histórico”, sin darse cuenta de que en ese momento los juristas se están quemando y que él nunca les contestó su llamada. Entonces, los momentos históricos son como unas malversaciones porque no han debido sera”. Sí son escalofriantes las coincidencias, a veces.


Muchas de las imágenes son reinterpretaciones del fotoperiodismo, lo más crudo siempre proviene de la realidad. En América Latina la crónica, visual, literaria y periodística es la mejor manera de digerir una realidad que a ratos es más mágica (aunque sea magia negra) que real.

Beatriz a los 10 años tuvo claro que quería ser artista, pero jamás imaginó que se transformaría en una de las principales exponentes de su país. Su obra se ha desarrollado a través de la pintura, la gráfica y la escultura, capturando la memoria y los relatos colectivos del territorio.





La muestra, conformada por 63 obras y curada por Cuauhtémoc Medina y Natalia Gutiérrez Montes, difiere radicalmente de las revisiones que el trabajo de la artista ha tenido recientemente en Europa y Estados Unidos: la propuesta del MUAC (Museo de Arte Contemporáneo) no se trata sólo de una retrospectiva de la trayectoria de una supuesta pop sudamericana, sino que revisa las metodologías de González en la exploración del poder comunicativo de la figura.

 

Además de presentar una selección importante de obras clave de la pintora colombiana, Guerra y paz: una poética del gesto ofrecerá al público una perspectiva de la investigación constante de la artista acerca de los gestos corporales de sus pinturas. La exposición mostrará series de obras que, a partir de escenas del periodismo gráfico, se desarrollan en pinturas, dibujos, grabados y obras públicas. En sus piezas,Beatriz González refina un gesto corporal para producir una expresión honda de empatía y comprensión humana.

 

Este punto de vista es especialmente relevante en la valoración de la obra de la pintora en las últimas tres décadas. Con frecuencia, escritores y curadores se han acercado a la obra de González en su madurez como si representara un interés temático por la violencia en Colombia. La exposición del MUAC busca mostrar la calidad del trabajo de González como pintora en términos de su capacidad de comunicación sensible y a través del trabajo mismo de la invención formal y pasional a partir de imágenes ordinarias.


Beatriz González. Guerra y paz: una poética del gesto se presentará en las salas 1, 2, 3 y terraza sur del Museo Universitario Arte Contemporáneo, del 25 de noviembre de 2023 al 28 de junio 2024. La exposición viajará después de su paso por el MUAC al De Pont Museum (del 5 de octubre de 2024 al 2 de marzo de 2025)


Anitzel Díaz


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